The House That Jack Built

The House That Jack Built

/ Blog / Por SPVM

The House That Jack Built: Aquí una mirada a la más reciente película de Lars Von Trier. Reseña por Mario González Suarez

Más que una película, me pareció la puesta en escena de un credo, un montaje escénico para que Jack Von Trier suelte sus netas. No es caprichoso que el protagonista sea un asesino serial, el excipiente perfecto para la megalomanía de Lars, que evidentemente ejerce su vocación de cineasta como si fuera un criminal metódico, con un desorden obsesivo compulsivo como el de Jack. Le gusta ese extremo desde donde es más fácil llamar la atención, juzgo ya muy difícil hablar de una película suya sin pensar en él, y no estoy seguro de que eso lo beneficie. No me queda claro cuál es el móvil espiritual de este discurso, esta explicación no pedida, una confesión que oscila entre el negro testamento de un viejo muy diablo y la nota de un suicida.

Pero veamos The House That Jack Built de Lars Von Trier como si no supiéramos quién es el perpetrador. La peli comienza con un diálogo ominoso entre dos personajes en la oscuridad, enseguida sabemos que uno es Jack, y el otro lo descubriremos plenamente en la catábasis final. En realidad la peli es una conversación in off sobre las acciones que vemos en la pantalla. Está dividida en cinco “incidentes” o actos en los que Jack habla de cinco eventos “tomados al azar” de sus actividades como asesino serial a lo largo de 12 años entre las décadas setenta y ochenta en Gringolandia.

En el primer incidente vemos a Jack conduciendo su camioneta roja por un camino vecinal, de pronto se encuentra con una mujer a la que se le reventó una llanta y su gato —jack en inglés, y en Lars nada es casual— está roto. La mujer pone mucho de su parte para enfadar a Jack, parece estar pidiendo que la maten. Jack la mata con el jack roto, es como si ella misma fuera la portadora de la causa de su muerte. El segundo acto es sobre una mujer vencida por su miserable ambición, pues le abre la puerta a un Jack que primero dice ser policía y luego empleado de la aseguradora y le ofrece duplicar su pensión de viuda. Después de matarla, a Jack le parece que Dios interviene para borrar los rastros de su crimen, que Dios asiente.

El tercer incidente es el que considero más voluntarioso y plástico, pues cuenta lo que hizo Jack con una familia, sin que nunca se aclare de dónde salió o cómo llegó a esa situación una madre y sus dos niños. Jack no es un personaje en el sentido tradicional, es más bien el vehículo mediante el cual Lars actúa su nihilismo, un monigote con el que declara que no se puede sentir empatía por una humanidad tan abyecta y pusilánime. Y Verge, el interlocutor invisible, es casi un patiño que apuntala o jiribillea las declaraciones de Jack, que ya se ha convertido en “El Señor Sofisticación”. “Estás siempre tratando de manipularme, ¡y con niños!, el tema más delicado que existe”, dice Verge, esa voz que le recuerda a Jack que el amor es su punto débil, su carencia. La mayoría de los espectadores prefiere no entender antes que reconocer que Lars se burla de su buenaondismo y su inconsciencia supina.

El cuarto incidente es sobre el romance de Jack, ocasión para enterarnos que hasta ese día ha cometido 60 asesinatos; y el quinto se centra en un experimento sobre la perfección y el arte de matar. En cada acto asistimos a uno de los asesinatos cometidos por Jack, que es lo análogo a las películas cometidas por Lars. No es empático, no siente culpa ni se arrepiente de nada, sino que está orgulloso de lo que hace, tiene sus razones bien fundadas, un intelecto gélido con el que provoca y pretende colocarse por encima de todo mundo. Cada cierto tiempo aparece Jack mostrando unos carteles didácticos con ítems acerca de él mismo, como una especie de diagnósticos clínicos, y en consonancia la voz de su interlocutor parece la de un psicoanalista timorato. Muy a su pesar, Lars Von Trier es el nombre más prestigioso de la decadencia de esa sociedad a la que ataca, Jack no es un psicópata, es un forense.

Jack oculta los cuerpos de sus víctimas en un frigorífico bien acondicionado, tiene suficiente espacio y además hay una habitación que no ha podido abrir; ya veremos a quién se encontrará ahí dentro. Qué insufrible es la parte más presuntuosa de Lars, porque en esta película parece un adolescente que acabara de leer la Divina Comedia y se dejó fascinar por su mito; es cómico el Jack disfrazado del Dante al estilo Sandro Botticelli, y tan fastuosa como patética es la recreación del cuadro de Eugène Delacroix, Dante et Virgile aux enfers (1822). No termino de entender por qué ahora Lars Von trier quiso ser Dante, pero un Dante en negativo, que en lugar de encontrar a su Beatrice en el Cielo, va a dar voluptuosamente al Infierno, él solo se juzga, se condena y se ejecuta. Yo creo que hay que corresponderle con una sonora carcajada.

A estas alturas ya necesito revelar que el interlocutor de Lars Von Trier-Jack-Dante es Virgilio, nada casualmente interpretado por Bruno Ganz, que interpreta a Hitler en Der Untergang (Oliver Hirschbiegel, 2004). Como tampoco fue inocente que en Melancholia, el cobarde John, marido de la valerosa Justine, fuera interpretado por Kiefer Sutherland, el Jack Bauer, prototipo del héroe gringuísimo, de la serie 24. Pero bueno, Lars puede hacer lo que quiera. Un artista debe ser cínico y jamás preocuparse del bienestar de los seres humanos, dice. La gente buena es la que más odia lo que no comprende, la gente buena no elige, acata, la gente buena se escandaliza, la gente buena no sabe lo que es el bien. Lo que más me simpatiza de Lars es la desfachatez con que le dice al espectador ¡cómo eres cateto! Goza con embarrarle la caca de sus prejuicios y su mojigatería, la docilidad con que venera los tópicos promovidos por los media, como la pretendida vulnerabilidad de la mujer, la maldad de los varones, la corrección política, los maniqueísmos, la infancia. Cualquier cretino se complace con películas como Saw (2004), pero se ofende con The House That Jack Built.

Como al común de los asesinos seriales, a Jack le deleita fotografiar a sus víctimas. Su afición le revela que en el negativo reside la auténtica naturaleza oscura y demoniaca de la luz, la luz oscura. La peli está aderezada con una infinidad de detalles, muchos se nos escapan en una primera mirada, otros van cayendo al paso de los días. No sé si era necesario que Lars Von Trier agregara esta peli a su obra, lo siento ya muy intoxicado de sí mismo, un amargo y por momentos críptico sentido del humor ha sustituido el filo con que vivisecciona la hipocresía burguesa en Dogville (2003), Antichrist (2009) y Melancholia (2011), filmes verdaderamente poderosos.

La secuencia superlativa de la soberbia de Lars llega cuando Verge le dice “eres el Anticristo, no recuerdo haber acompañado nunca a una persona tan completamente depravada como tú, Jack”. Enseguida viene la disertación sobre el sentido y la finalidad del arte, y Lars no tiene ningún pudor en citarse a sí mismo y nos receta una selección de fragmentos de sus pelis anteriores, acompañados de sus correspondientes declaraciones. También expresa una curiosa opinión que es la premisa de su dualismo y su decadencia: “El alma pertenece al cielo y el cuerpo al infierno. El alma es la razón y el cuerpo es todas las cosas peligrosas”. Tales ideas constituyen la médula de esa filosofía occidental que separó el alma y el cuerpo, y ninguna conciliación interna ni externa puede darse bajo esa premisa, madre de todos los dualismos y las contradicciones. ¡Qué grande eres en tu caída, Lars Von Trier, grande porque sabes arrastrarnos contigo!

Ficha técnica

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