Como Antes. Una reseña de Nuevo Orden

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Como antes

Nuevo Orden una película de Michel Franco en la reseña de Mario González Suarez.

Lo que a las buenas consciencias verdaderamente les molesta de los pobres es su fealdad, no su pobreza, y por eso apelan a la corrección política para tundir a Michel Franco. Esa pretendida corrección, teoría y praxis de la hipocresía, hace más fácil acusar de faltas a la moral a Franco que hablar de lo que trata su más reciente película, Nuevo orden

La lección de Daniel & Ana (2009), su primer largometraje, fue que la delincuencia vulnera los límites, la ética y los tabús de la sociedad entera. La delincuencia le abrió a Daniel la puerta del incesto, tácita y ancestralmente prohibido en su familia burguesa. Por el antecedente de la peli más audaz de Franco yo esperaba que en Nuevo orden nadie quedara a cubierto, que viéramos las raíces de nuestra fealdad. La rebelión que muestra Franco no es la de Joker (Todd Phillips, 2019), ni sus pobres son los de Parásitos (Bong Joon Ho, 2019). En México las clases sociales tienen su principal distingo no en los ingresos económicos sino en el perfil racial. Qué horrorosos son los indios y todos sus descendientes mestizos, blancuzcos, achinados, zambos y etcétera. Eso es lo que no se puede decir porque entonces tendríamos que preguntarnos ¿y a qué se debe tan poca belleza o con respecto a quién son feos? 

Qué difícil es hacerse cargo de esa herencia, reconocer que los herederos de los conquistadores son los dueños de todo y los que siempre han gobernado México, y que los descendientes de los perdedores siguen siendo esclavos a sueldo mínimo cuando bien les va. El tema de la Conquista el estado mexicano moderno lo ha malabareado entre la mano derecha de la mentira piadosa y la izquierda del premio de consolación. El establishment nunca va a decir que ese mundo indígena ya se acabó y no va a volver —¿o todavía hay dudas?—, los penachos son para los museos, los pobres pueden legítimamente aspirar a ser reclutas del ejército o de la delincuencia. Y a cambio celebramos toda forma de folklor y arqueología y defendemos en español las lenguas originarias, como les llaman. 

Mi objeción a Nuevo orden tiene que ver con su inconsecuencia dramática. Promete mucho al principio y luego su trama decepciona. Empezamos viendo la boda de unos jóvenes de buena familia, sus lujos, sus maneras, su servidumbre y sus guarros. Un pobre hombre que no tiene para pagar la hospitalización de su esposa de pronto aparece en mitad de la fiesta para pedirle ayuda a sus antiguos patrones, a quienes no puede importarles. De no sabemos dónde comienzan a emerger hordas de la gente más fea de la Ciudad de México, obvio, como luciría cualquier persona cuyos antepasados han sido expoliados durante siglos, lo cual tampoco es justificación de nada pero es real. Y esta misma raza que desata revueltas en la urbe se acerca a la casa de los celebrantes y como si portara un virus muy selectivo torna violentos a los sirvientes y guardianes de los ricos. Como despertando se unen en una súbita consciencia de clase y roban y masacran a sus patrones. ¿Y luego? 

Luego el gobierno avienta a la policía y al ejército a las calles, cuyo primer movimiento táctico consiste siempre en bloquear el paso. La energía del principio se diluye en una trama secundaria, pues Marian, la chica buena onda que se iba a casar, por ayudar a la esposa de Rolando se sale de su boda acompañada por Cristian, el hijo de una de las sirvientas y pariente de Rolando, para llegarse al hospital y entregar su tarjeta de crédito para que operen a la mujer. En el camino los alcanzan los disturbios y no les queda de otra que refugiarse en la casa de la familia de Cristian, donde efectivos del ejército secuestran a Marian. La acción se desplaza a las atrocidades que cometen los soldados con los niños ricos secuestrados. Ahora todo se centra en rescatar a Marian. La narración se desbalaga para naufragar en un final en que, no obstante lo que el ejército hace con los hijos de los poderosos, se refrenda la alianza entre la oligarquía y los militares. Y ya. Al parecer todo volverá a ser como antes. 

Haría falta un profeta para imaginar lo que pasará cuando los mexicanos que muestra Franco se organicen o despierten o se atrevan a un asalto de gran envergadura, lo proporcional a la devastación que dejó la invasión española. Le falta discurso y mucha narración a Nuevo orden. Y porque hablan de lo mismo, aunque desde polos encontrados, debo mencionar Roma (Alfonso Cuarón, 2018). Cleo, la protagonista secundaria, puede parecernos entrañable pero fundamentalmente por sus limitaciones, sus desventajas, que son sistémicas y de las que sin embargo no tiene la culpa la familia de sus patrones, la señora Sofía y su marido viven las vidas más convencionales de su clase social y no le hacen daño a nadie. Cleo se acomoda lo más mansamente que puede en el lugar que le dejan. Nunca podrá alcanzar una mayoría de edad histórica, y además de que nadie puede decir hasta cuándo gente como ella va seguir trabajando de muchacha, todo mundo se mostró muy conforme con el estado de las cosas que presentó Cuarón, a nadie le incomodó que se pretendiera saldar una deuda de sangre con un tierno homenaje al acreedor, y luego exhibir a Cleo en las revistas y pasarelas de la gente bien. 

Roma le apostó al preciosismo de la recreación y la ambientación, que mucho distraen de lo que está pasando debajo de tan fastuosa producción. Este documental de época muestra pobres también feos y malos: el padre de la criatura de Cleo, amén de pusilánime trabaja para un grupo de choque del gobierno, de los duros que matan estudiantes. Ese IMSS que ve Cuarón es alemán. Cuando ingresan de urgencia en el Centro Médico a Cleo, el momento más arrobador —además de la impresionante amabilidad del personal que la recibe, el camillero puntual, la seriedad de la atención, la pronta llamada a los médicos— viene cuando la enfermera pregunta ¿sabe usted si la paciente es derechohabiente? Porque si no no importa, adelante, estamos para servirle. Parece una propaganda de esas de la época de tata Cárdenas. Roma edulcora y seduce. Michel Franco va cuesta arriba, porque no gusta lo que muestra y sirve de pretexto para no profundizar en lo que dice. 

Mario González Suarez es escritor y fotógrafo. Maestro en School of Photography and Visual Media

Nuevo orden, Michel Franco, 2020.